Sanjuana Martínez
26/11/2012 - 12:02 am
Por fin, se va
Felipe Calderón se va. Llegó por la puerta de atrás y se irá por donde mismo o tal vez, podría elegir la alcantarilla de la cloaca que destapó, para escapar en las sombras del desprecio de los mexicanos. Fue uno de los peores presidentes en la historia reciente de México y será recordado como el […]
Felipe Calderón se va. Llegó por la puerta de atrás y se irá por donde mismo o tal vez, podría elegir la alcantarilla de la cloaca que destapó, para escapar en las sombras del desprecio de los mexicanos. Fue uno de los peores presidentes en la historia reciente de México y será recordado como el más despiadado, indigno e indolente ante el dolor de los demás.
Felipe Calderón se va. Su megalomanía no le permitió ver más allá de su autoritarismo. Se comportó como un pequeño dictador que nunca escuchó el clamor de su pueblo. Un hombre capaz de ignorar el sufrimiento de miles de familias enlutadas o afectadas por las dos violencias: la del crimen organizado y la del Estado.
Felipe Calderón se va. Nos deja un país en ruinas, semi destruido y con un tejido social devastado. Un aumento de las adicciones y un incremento de la venta de drogas en las calles. Miles de jóvenes y menores de edad se enrolaron en el crimen organizado ante la falta de políticos públicas y la ausencia de oportunidades de educación y empleo.
Felipe Calderón se va. Tardaremos décadas en reconstruir México. Si hace seis años había siete cárteles de la droga, Calderón nos deja más de 20 grupos fortalecidos. Si antes eran unos cuantos los muertos, al final de sexenio llegaremos a 100 mil muertos. Si antes había 600 desaparecidos, Calderón nos deja 300 mil desaparecidos según una investigación basada en un censo del INEGI. Si antes no había refugiados, ahora hay un millón y medio de desplazados por su guerra delirante y fracasada. Si antes era difícil para los migrantes cruzar por México, ahora hay 120 mil desaparecidos y miles de asesinatos de centroamericanos en la impunidad.
Felipe Calderón se va. Y se va sin pagar su deuda con las víctimas de la guerra. Al contrario, se burla de las víctimas y nos deja un mausoleo ominoso construido bajo los cimientos de la impunidad. Un mausoleo edificado al lado del Campo Marte para rendir “altos honores” a los militares caídos del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea que perdieron la vida en su guerra. Un total de 205 soldados y marinos que “entregaron su vida” al llamado “servicio de la patria”.
Felipe Calderón se va. Y antes de partir construyó esta especie de memorial para exhibir “logros y cifras” del combate al crimen organizado durante su administración. Antes de irse, ofrece a los mexicanos la posibilidad de portar los distintos uniformes de las fuerzas armadas a través de una proyección en esta especie de monumento a la violencia. El disfraz militar es algo que le seduce.
Felipe Calderón se va. Nos deja un Ejército lleno de delincuentes con 7 mil 320 denuncias contra elementos castrenses por tortura, desaparición forzada, ejecución extrajudicial y otros delitos. Un Ejército impune. Unas Fuerzas Armadas manchadas por la huella indeleble de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos.
Felipe Calderón se va. Y el saldo de la Marina Armada de México no es mejor. Miles de delitos cometidos por los que se supone, eran los mejor preparados del país y ahora cometen delitos de tortura, desaparición, ejecución sumaria. Una Marina con delincuentes como los que supuestamente persigue.
Felipe Calderón se va. Y su Secretaría de Seguridad Pública (SSP) desaparece. El hombre que manejó los destinos de México, Genaro García Luna, debe ahora responder por el destino de más de 184 mil millones de pesos que disfrutó de presupuesto.
Felipe Calderón se va. Nos deja una Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) que sirve para dos cosas: para la simulación y para nada; que sólo hizo 109 recomendaciones a la Sedena de las 7 mil 320 denuncias contra elementos del Ejército, es decir, un 1.5 por ciento. Una CNDH onerosa. Raúl Plascencia es tan profesional que hasta el final del sexenio se atrevió a decir que la tortura aumentó 500 por ciento durante la administración calderonista, aunque otras ONG’s aseguran que fue un 1000 por ciento. Una CNDH dependiente del Presidente en turno. Una CNDH de mentiras, cuyas recomendaciones sirven también para dos cosas.
Felipe Calderón se va. El saldo de su gobierno en términos de violencia de género es devastador: ocho mil mujeres sucumbieron en las garras de su sexenio: cuatro mil feminicidios y cuatro mil desaparecidas. Se va sin aprobar la reforma al Reglamento de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, suscrita por 50 organizaciones de la sociedad civil de 20 estados, una reforma urgente y necesaria para garantizar la aplicación inmediata de la declaratoria de alerta de género que muchos gobernadores se niegan a aceptar.
Felipe Calderón se va. Y se va cantando con mariachi en un exceso etílico en medio de un evento en Michoacán. Tal vez, “El perro negro” de José Alfredo Jiménez tiene muchas similitudes con su vida. Un ser dispuesto a la venganza y a las lealtades más primitivas. “Así murió el perro negro, aquel enorme guardián que quiso mucho a Gilberto y dio muerte a don Julian”.
Felipe Calderón se va. Sin desproteger a sus amigos empresarios hambreadores. Nos deja un salario mínimo ínfimo con niveles de Bangladesh. Durante seis años aumentó 13 pesos. Una reforma laboral indigna aprobada gracias a la alianza del PRI-PAN sin rescatar la famosa transparencia sindical. Una reforma que inaugura un nuevo ciclo de grilletes y cadenas para los obreros y trabajadores de este país.
Felipe Calderón se va. Como “Presidente del Empleo” fue un fiasco. Nos deja tres millones de desempleados y 26 millones de mexicanos en empleo informal, con 10 millones de personas ganando un salario mínimo de mil 700 pesos mensuales y el 50 por ciento de los trabajadores obteniendo sólo dos salarios mínimos.
Felipe Calderón se va. Dejándonos 70 millones de pobres; 20 millones más que en el sexenio de Vicente Fox. Nos deja una economía paupérrima. Su sexenio será recordado entre los mandatos con menor crecimiento, 1.91% en promedio.
Felipe Calderón se va. Y el balance es un México hundido en términos económicos: la deuda contratada por el gobierno federal, tanto en el mercado interno como en el exterior, creció 160 por ciento y pasó de un billón 985 mil 812 millones de pesos a cuatro billones 813 mil 770 millones, monto que equivale al 34 por ciento del producto interno bruto en 2011.
Felipe Calderón se va. Y que bueno que se va. Por fin terminó su delirio sangriento y destructor. Fue tan devastador su sexenio que tardaremos en recuperarnos varios años, y lo peor del caso es que el sexenio que empieza tampoco ofrece esperanza alguna de mejoría.
¿Superará Enrique Peña Nieto en cifras nefastas al sexenio de Felipe Calderón?
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